sábado, 7 de junio de 2008

AMIGOS O ENEMIGOS:¿UNICA OPCION?

AMIGOS O ENEMIGOS: ¿UNICA OPCION?
HAMBRE EN EL MUNDO Y RENTABILIDAD EXTRAORDINARIA

Por estos días, y desde hace casi tres meses, nos encontramos ante un grave panorama de confrontación social, revalidando viejas antinomias paradigmáticas en la historia argentina.

No solo eso, sino que día a día se suman nuevos actores, que montados sobre una dialéctica incendiaria, chocan contra la inflexibilidad del Gobierno Nacional.

Se rumorea sobre la posibilidad de desabastecimiento, crisis con el transporte de carga, operaciones de prensa montadas por los multimedios “independientes”, operaciones políticas, declaraciones oportunistas e irresponsables, que ante la intransigencia gubernamental, mancillan gratuitamente la investidura presidencial, y esparcen sombras de acontecimientos apocalípticos, acontecimientos en los que nadie saldría beneficiado sino que por el contrario, todos, absolutamente todos saldríamos perjudicados, pues ello implicaría, que no hemos aprendido nada de nuestra historia.

Esto por sí solo, debería bastar para que todos los actores sociales nos pronunciemos enfáticamente en defensa irrestricta del sistema democrático y sus Instituciones, las que nos brindan el único marco posible, para la resolución de los conflictos.

La cúpula de la Iglesia Católica reunida de urgencia, pide "gestos de grandeza”, ante lo cual el Gobierno, responde duramente, teniendo como previa la conflictiva relación que esta institución a tenido con la gestión Kirchner durante su primer mandato.

Esta paradigmática concepción política amigo-enemigo de los históricos actores socio/económicos que generaron los grandes desencuentros en la historia antigua y reciente de nuestra Nación, ante la pasiva inacción de aquellos, (grupos e individuos que desde el afuera, y al simple nivel de espectadores, conciben a la política solamente como la lucha de grupos y sectores corporativos en pugna por lograr un poder que les permitirá satisfacer intereses personales), nos tiene nuevamente prisioneros.

Sería de un reduccionismo irresponsable desestimar el reclamo legítimo, de algunos sectores del campo, y también criticar livianamente la actuación del Gobierno Nacional, cuyo estilo de gobierno fue ratificado en las urnas, elegido democráticamente por la mayoría del pueblo argentino acorde a nuestro sistema electoral, y en pos de un proyecto político nacional y popular, con el fin de velar por el interés general, mediando y articulando los intereses particulares con los nacionales en pos del bien común.

Lo que sí es claro, en mi opinión personal, es que más allá de las distintas lecturas políticas que podamos tener sobre el conflicto, parece imprescindible la construcción de una nueva cultura política, una cultura del encuentro, basada en una dinámica dialéctica que tienda a un consenso sobre el modelo de País que queremos construir, articulando éste en la consecución de objetivos comunes, que se traduzcan en políticas públicas de acuerdo, que mas allá de los matices, medien entre los intereses sectoriales más privilegiados (y que por ello mismo deberían ser, a la vez, más solidarios) a fin de lograr la inclusión social de todos los argentinos.

Desde una perspectiva socialcristiana, es posible extraer principios y herramientas que contribuyan a la construcción de dicha contracultura política que privilegie este diálogo, teniendo como eje básico la redistribución de la riqueza, el acceso de todos a la alimentación, la educación, y la salud, la implementación de una justicia eficaz y la búsqueda de la equidad, no solo para satisfacer momentáneamente, las necesidades de los mas desprotegidos, sino lograr una dinámica de inclusión social integral, en un País que tiene los suficientes recursos y herramientas, naturales, técnicos y humanos, para que ni uno solo quede fuera de estos derechos básicos inherentes a cada habitante de nuestra Nación.

Hoy se habla de la oportunidad histórica de la Argentina, ante el aumento fenomenal de los alimentos y granos que se exportan para su uso en bio combustibles, de poder vender nuestros alimentos al mundo a precios que produzcan una rentabilidad extraordinaria, y que se ve impedido por nuestra, (y permítanme la licencia literaria) extravagante coyuntura interna.

Solo una acotación al margen: Como cristianos, lo que menos nos tendría que importar es la “rentabilidad extraordinaria”, SINO QUE HAYA HAMBRE EN EL MUNDO.