martes, 28 de junio de 2011

Los Hombres Tambien Lloran


Pausadamente, y con el tímido respeto que da el desconocimiento de los fenómenos que sorprenden de imprevisto, el periodista de CNN expresó: “No puedo creer lo que veo, esos hombres grandes llorando”…

Sí, los hombres también lloran.

Para que perder el tiempo explicándole a este hombre, lo inexplicable, para que perder el tiempo explicando, lo que es la pasión: “El corazón tiene razones, que la razón no comprende” decía Blas Pascal, y estaba en lo cierto. La pasión es un hecho consumado. El llanto de los hombres, también.

Sospecho que, a pesar de esta breve introducción, aún nos quedamos cortos. Porque ese llanto que inundó las calles de la ciudad, y que fue expuesto como un cristal abierto por las impiadosas crónicas televisivas, no es un llanto cualquiera: es el desgarro del corazón de aquellos que, ya sea por haber crecido rodeado de la mística futbolera, o por haber mamado la cultura de los barrios, percibieron en el descenso de su club, una de las mayores tragedias de su vida. Muchos acudieron a las lágrimas. Otros, pocos como ocurre siempre gracias a Dios, irracionalmente irracionales, intuyendo la perdida de prebendas extradeportivas, desataron su furia violenta a mansalva.

Debo confesar que la situación vivida ayer, como futbolero, me produce una inexplicable angustia. Angustia por mis amigos, por los hinchas cabales, por los que tiene códigos.

Pero esta tristeza, bien vale decirlo, es la consumación de un acto de justicia.

Porque lo que hay que separar aquí, es el sentimiento del evento.

Cuando la tristeza es por un acto de justicia, créanme, hay posibilidad de redimirse, si se elige el camino de la autocrítica y el trabajo.

El evento es dramáticamente justo. Es el epílogo de la caída libre de una institución diezmada por la inoperancia y corrupción de algunos, acompañados por el silencio y la apatía de muchos de los que hoy lloran.

El evento es la coronación de un equipo mejor, humilde y sacrificado, Belgrano de Córdoba, que, increíblemente, por esas cuestiones retorcidas del destino, aparece como convidado de piedra de los medios, siendo ciertamente, el actor principal de esta fiesta/drama futbolero.

El evento, es justo, el sentimiento justificadamente dramático.

A lo largo de la historia, los poderosos han evadido el dolor cargándolo sobre los débiles. “Que sufran los débiles y los pobres. Y para evitar nuestro sufrimiento, dicen los grandes, echemos mano de la impunidad y la injusticia”.

Y es así como en el futbol aparecen los constantes cambios en las reglas de juego, a fin de beneficiar a los grandes y perjudicar a los chicos. Sanciones desiguales, suspensiones tendenciosas, cosas de las que todos sabemos y los beneficiados callan.

Claro, el descenso es para los “chicos”. Como si la tristeza de los “chicos” no fuera infinita.

Lo novedoso es que, de un tiempo a esta parte, en todos los ordenes, los débiles se plantan y dicen: “Acá estoy yo.” Y así aparecieron los jóvenes egipcios deponiendo un tirano de varias décadas, los indignados en España, movimientos de resistencias varios que dicen “Basta” “Basta de sufrir nosotros, basta de injusticia”.

Porque de lo que aquí se trata, no es de una sed de revancha, sino de una sed de justicia: que cada uno se haga cargo de sus propias decisiones, y asuma la responsabilidad por sus acciones, sin que ningún poder coactivo pueda torcer el brazo de las consecuencias del mal obrar.

Y si es justo que un grande descienda, aunque esto signifique la tristeza de medio país, pues amerita que así sea.

Porque de la tristeza se vuelve, de donde nunca se vuelve, es de la marca inmoral de la impunidad.

Hoy, el sentimiento es dramático, el dolor, infinito.

Hoy el evento es justo, inobjetable.

Ahora veremos, si los hombres que lloran, son capaces de reinventar nuevos eventos, para que cuando llegue la hora de la alegría, también se diga que llega con justicia.






martes, 21 de junio de 2011

El extraño caso del Señor Valdemar y los medios.

   



Alrededor de 1845 El imaginativo y Bohemio escritor Edgar Alan Poe, escribió un cuento aterrador: “La verdad sobre caso del Señor Valdemar.

Para quienes no lo conocen, el mismo trata acerca de un médico deseoso de experimentar nuevas alternativas sanadoras, y que es llamado urgentemente por su amigo Valdemar, quien afectado gravemente por una tuberculosis que lo lleva al borde de la muerte, pide exponerse a la realización de un novedoso experimento científico: detener la enfermedad y el dolor por medio de la hipnosis, a fin de dilatar su muerte por un tiempo.

El médico, llega al lecho del moribundo, y efectúa la hipnosis. Valdemar entra en un sueño profundo, deja de experimentar dolor, y solo puede responderle al médico que diariamente viene a observar la evolución del paciente: ¿Tiene dolor, amigo Valdemar? “No” responde el paciente.

Todo iba a bien hasta que un día, la voz del hipnotizado cambia y responde ante la misma pregunta: “¿Tiene dolor, amigo Valdemar?” “No, Estoy muerto”. El médico dice, “No Valdemar, está usted dormido” “No, responde Valdemar, estoy muerto” insiste asombrosamente.

Luego de un tiempo, el médico llama a toda la comunidad científica para despertar del trance al moribundo, y demostrar que la hipnosis podía calmar el dolor y prolongar la vida. “Voy a despertarlo, señor Valdemar”. El replica gritando: “No, ESTOY MUERTO”. Cuando el medico cuenta hasta tres, el señor Valdemar se consume antes los ojos de los presentes, volviéndose huesos y pellejo, en un cuadro de horror indescriptible. Y si, el tipo estaba muerto.

La proximidad de las elecciones, y la actuación de algunos equipos de futbol me han hecho reflexionar al respecto del “síndrome del señor Valdemar”.

Baste como ejemplo futbolero, aquel promocionado y marketinero Huracán de Cappa, (bola de humo, diría mi tío Marcelo, que en paz descanse) que los medios instalaron como paradigma del buen juego, y que una semana después de finalizar el campeonato se disolvió en medio de acusaciones a la dirigencia, renuncia del técnico, y jugadores vendidos a precios irrisorios. “Estoy muerto” diría Valdemar, aunque los medios digan que solo está dormido.

La cuestión es que en el 2001, muchos gritaban, “que se vayan todos” y hoy están todos de vuelta, los mismos de siempre vivitos y coleando, o al menos eso creen. La permanencia y relevancia de muchos de ellos, se debe a un ya no novedoso experimento de los medios para demostrar su poder hipnótico sobre las masas: Hacernos creer que los muertos viven. Para dicho fin, no ahorran en operaciones mediáticas, la entrega de información sesgada, el tono y la configuración de las preguntas, la posición de las fotos y las imágenes, hipérboles lingüísticas y armas varias de impacto mediático de reconocida eficacia utilizadas por los maestros de las artes del engaño.

Hoy, aquellos políticos del que se vayan todos, volvieron y están prontos a extender su agonía, (y la nuestra), en un experimento hipnótico que involucra a los medios de comunicación como protagonistas principales. La sociedad dice: “Están muertos”: El Doctor medio responde, “No, están dormidos”.

Mi esperanza es que, así como las artes mágicas de antaño, devinieron en visiones más racionales del mundo, el pensamiento crítico de una sociedad que recuperó política y su debate como un valor fundamental en la construcción de un país mejor pueda sortear las trampas hipnóticas de estos doctores modernos de los muchos valdemares que nos pululan.

No sea cosa que, al contar hasta tres y despertar del trance, algunos equipos estén en la B, y algunos políticos se vuelvan a  casa con las urnas vacías.


viernes, 3 de junio de 2011

"El Pelotón de los Pusilánimes"

El Pelotón de los Pusilánimes.



Desde que Ricardo Alfonsín salto a la escena más por un golpe del destino que por mérito propio, se fagocitó las candidaturas de Ernesto Sanz y Julio Cleto Cobos.

Lo de: “hola, soy Ernesto”, le cuento a los distraídos, se debió más que a un lanzamiento serio de campaña, a una puja intrapartidaria a fin de “marcarle la cancha” al diputado Alfonsín en vista al reparto de cargos y espacios de poder ante un eventual triunfo del diputado en su carrera presidencial.

Con Julio Cobos no hizo falta mucho trabajo: Los errores cometidos luego de que saltara a la fama con su famoso voto “no positivo” llevaron a Cleto a tener menos imagen que un vampiro en frente del espejo.

Quienes estudian los entreveros del lenguaje, habrán avizorado en esa extraña fórmula lingüística de “no positivo” algún rasgo de la personalidad del vice. En efecto, el “no positivo” es un no jugarse, un no lugar. Es la imposibilidad de hacerse cargo de una decisión.  Si la idea del vicepresidente en ejercicio al quedarse, era “defender la institucionalidad” o “hacer valer el voto de la gente que voto al vice” (¿?) en un contexto de republicanismo ascético por el cual Cleto pagaría el alto precio de desaparecer de la escena electoral nacional, le salió muy bien. Los dos argumentos precedentemente citados son cuestionables, (personalmente no los creo) pero son, argumentos al fin. Si la idea era construir una candidatura presidencial desde una función ejecutiva como figura antitética al “autoritarismo kirchnerista” en una función que, por características funcionales e históricas no admite la antítesis, le salió muy mal. Yo apuesto a esta segunda opción. Cobos pensó construir su candidatura erigiéndose como el seguro moral de un ejecutivo “autoritario”, sin tener en cuenta la volubilidad de la opinión pública, que te ama con la misma facilidad con que te odia. Quienes exaltaron la defensa de los intereses conservadores en aquella madrugada de sesión televisada con un histórico pico de rating, son los mismos que a medida que pasa el tiempo tejieron las teorías conspirativas que desgastaron su imagen hasta límites insospechados: “Por algo se quedara” “Son todos iguales, están atornillados al sillón” “Usa los recursos de la vicepresidencia para hacer campaña contra la Presidenta”. Y con más tiempo para pensar, ¿quién puede querer a un vicepresidente que traiciona a su mismísima presidenta?    Lo cierto es que, Julio Cobos contempló las variables políticas, institucionales y partidarias, y pasó por alto las sicológicas que moldean la percepción ciudadana e impactan en la opinión pública, legitimando finalmente un candidato en las urnas. Como sea, un aumento notable en la imagen de Cristina, es el certificado de defunción final en las aspiraciones de Cleto.

Como analista de opinión pública, opino que, de haber renunciado inmediatamente luego de su voto “no positivo” por la 125, el vice habría aglutinado y encabezado una nutrida oposición. Le falto decisión y voluntad política para ejecutar una medida dramática, que en el contexto polarizado de aquellos días, le hubiera catapultado sin duda alguna, al papel de líder indiscutido de la oposición. Si hubiera alcanzado para llegar o no, no lo sabemos, pero seguramente habría tenido un papel preponderante en la puja electoral de estos días. Si Cobos pensó en la institucionalidad, o en su beneficio electoral personal, es algo que queda reservado a su ámbito privado.

Lo seguro es que, mientras Ricardo Alfonsín mostró en todo momento, con aciertos y errores, decisión política para buscar ser presidente de la nación, Julio Cobos, Mauricio Macri , y el senador Carlos Reutemann, siguen subidos al pelotón de los pusilánimes.