viernes, 3 de junio de 2011

"El Pelotón de los Pusilánimes"

El Pelotón de los Pusilánimes.



Desde que Ricardo Alfonsín salto a la escena más por un golpe del destino que por mérito propio, se fagocitó las candidaturas de Ernesto Sanz y Julio Cleto Cobos.

Lo de: “hola, soy Ernesto”, le cuento a los distraídos, se debió más que a un lanzamiento serio de campaña, a una puja intrapartidaria a fin de “marcarle la cancha” al diputado Alfonsín en vista al reparto de cargos y espacios de poder ante un eventual triunfo del diputado en su carrera presidencial.

Con Julio Cobos no hizo falta mucho trabajo: Los errores cometidos luego de que saltara a la fama con su famoso voto “no positivo” llevaron a Cleto a tener menos imagen que un vampiro en frente del espejo.

Quienes estudian los entreveros del lenguaje, habrán avizorado en esa extraña fórmula lingüística de “no positivo” algún rasgo de la personalidad del vice. En efecto, el “no positivo” es un no jugarse, un no lugar. Es la imposibilidad de hacerse cargo de una decisión.  Si la idea del vicepresidente en ejercicio al quedarse, era “defender la institucionalidad” o “hacer valer el voto de la gente que voto al vice” (¿?) en un contexto de republicanismo ascético por el cual Cleto pagaría el alto precio de desaparecer de la escena electoral nacional, le salió muy bien. Los dos argumentos precedentemente citados son cuestionables, (personalmente no los creo) pero son, argumentos al fin. Si la idea era construir una candidatura presidencial desde una función ejecutiva como figura antitética al “autoritarismo kirchnerista” en una función que, por características funcionales e históricas no admite la antítesis, le salió muy mal. Yo apuesto a esta segunda opción. Cobos pensó construir su candidatura erigiéndose como el seguro moral de un ejecutivo “autoritario”, sin tener en cuenta la volubilidad de la opinión pública, que te ama con la misma facilidad con que te odia. Quienes exaltaron la defensa de los intereses conservadores en aquella madrugada de sesión televisada con un histórico pico de rating, son los mismos que a medida que pasa el tiempo tejieron las teorías conspirativas que desgastaron su imagen hasta límites insospechados: “Por algo se quedara” “Son todos iguales, están atornillados al sillón” “Usa los recursos de la vicepresidencia para hacer campaña contra la Presidenta”. Y con más tiempo para pensar, ¿quién puede querer a un vicepresidente que traiciona a su mismísima presidenta?    Lo cierto es que, Julio Cobos contempló las variables políticas, institucionales y partidarias, y pasó por alto las sicológicas que moldean la percepción ciudadana e impactan en la opinión pública, legitimando finalmente un candidato en las urnas. Como sea, un aumento notable en la imagen de Cristina, es el certificado de defunción final en las aspiraciones de Cleto.

Como analista de opinión pública, opino que, de haber renunciado inmediatamente luego de su voto “no positivo” por la 125, el vice habría aglutinado y encabezado una nutrida oposición. Le falto decisión y voluntad política para ejecutar una medida dramática, que en el contexto polarizado de aquellos días, le hubiera catapultado sin duda alguna, al papel de líder indiscutido de la oposición. Si hubiera alcanzado para llegar o no, no lo sabemos, pero seguramente habría tenido un papel preponderante en la puja electoral de estos días. Si Cobos pensó en la institucionalidad, o en su beneficio electoral personal, es algo que queda reservado a su ámbito privado.

Lo seguro es que, mientras Ricardo Alfonsín mostró en todo momento, con aciertos y errores, decisión política para buscar ser presidente de la nación, Julio Cobos, Mauricio Macri , y el senador Carlos Reutemann, siguen subidos al pelotón de los pusilánimes.




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