sábado, 2 de julio de 2011

Democracia y Poder: Una aproximación según Lefort y Laclau.

Una aproximación a los conceptos de "Democracia" y "Poder"
en Lefort y Laclau.
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La primera definición categórica que encontramos en la teorización de Lefort, es la idea de que la democracia no es en sí un régimen político, sino una forma de sociedad caracterizada por la incertidumbre respecto del espacio de poder, y la novedad de ella con respecto a los regímenes monárquicos y totalitarios, es que “el espacio de poder está vacío”.

Este espacio de poder se encarna en la lucha ideológica, pero siempre precaria, en un cuerpo que se reconstituye continuamente. Es decir, para Lefort, hay una “precariedad” de toda “ley, de todo poder y de todo saber” en la sociedad democrática. Para él, el totalitarismo, aparece como el sueño de haber encontrado la certidumbre en cuanto a las tres cuestiones anteriormente mencionadas, es decir en dar una dirección univoca a todas las facetas de una sociedad determinada, en donde nada aparezca por fuera de este orden, en definitiva “una condensación entre la esfera del poder, la esfera de la ley y la esfera del saber” . Tanto el totalitarismo como la democracia son producto de una “transformación simbólica”, de una “mutación política” en cuanto al estatuto del poder. Para realizar este análisis, Lefort realiza una deconstrucción de la forma en que el poder se encontraba “simbólicamente pleno” en la persona del monarca.

El autor dice, que en el Ancient Régimen, el “cuerpo” social tenía en su monarca el lugar de poder, el poder estaba incorporado en la persona del príncipe en tanto mediador de los hombres y los dioses. En este sentido, el poder incorporado en el monarca, daba “cuerpo” a la sociedad. Lefort dirá que “a la vista de este modelo, se perfila el rasgo revolucionario y sin precedente de la democracia. El lugar de poder se transforma en un lugar vacío” . En la democracia en tanto forma de sociedad en donde predomina la incertidumbre, más allá del dispositivo institucional, el hecho es que les está vedado a los gobernantes apropiarse del poder, sino que estos se encuentran sujetos a una revisión periódica y siempre en competencia.

Ernesto Laclau por su parte sentencia que: “un significante vacío es en el sentido estricto del término un significante sin significado”. Según Laclau, la vaguedad e indeterminación se encuentran inscriptas irremediablemente en una sociedad como la nuestra, y en esto podemos encontrar alguna semejanza con la concepción lefortiana. Existen identidades diferenciales, dice el autor, que a través de un discurso (terreno primario de la objetividad como tal) se constituyen en un “horizonte totalizador precario” (discurso hegemónico) aunque manteniendo sus propias diferencias. En la razón Populista el busca dar cuenta de la formación de las identidades colectivas a través del concepto de “demanda”. (No postula lo social desde una agregación de individuos). La diferencia particular se constituye a través de las demandas particulares en una cadena de equivalencias que logran articular un discurso hegemónico que constituya una totalidad, que para ser tal debe de marcar sus límites y excluir una identidad antagonista (exterior constitutivo). En términos políticos, “nada mejor que un enemigo para lograr la cohesión de los propios”. En términos maquiavélicos diríamos que “el pueblo no puede constituirse como tal porque los grandes se lo impiden, y los grandes no pueden constituirse como tal, por la misma razón en referencia al pueblo”. Entonces dirá Laclau que una demanda particular podrá asumir una representación más amplia, lo que articulada en el discurso puede constituirse en hegemonía: “…existe la posibilidad de que una diferencia, sin dejar de ser particular, asuma la representación de una totalidad inconmensurable. De esta manera su cuerpo esta dividido entre la particularidad que aquella aún es, y la significación universal de la que es portadora. Esta operación por la que una particularidad asume una significación universal inconmensurable consigo misma es lo que denominamos hegemonía”. .

Podríamos intuir aquí el objeto del deseo, el objeto A lacaniano, en donde la angustia se satisface por la satisfacción de un deseo parcial que asume en el momento la ilusión de la totalidad. Es así, como una identidad social angustiada por la incertidumbre propia de estas sociedades modernas, encuentra en una demanda particular la satisfacción de su deseo de certidumbre, deseo que es realmente inalcanzable. Laclau dirá que las demandas democráticas que permanecen aisladas, si son insatisfechas e incapaces de absorberse por el sistema institucional, se unirán a otras demandas en una cadena equivalencial de demandas populares “en un sistema estable de significación” . Para poner un ejemplo, diremos en el caso del tratamiento de la ley de retenciones móviles o 125: El gobierno impele la ley, el campo se opone, cuando hablamos de campo hablamos de identidades diversas: La SRA, la Federación Agraria, etc. se unen en un reclamo particular. El discurso opositor comienza a generar la adhesión de parte de la clase media, los cacerolazos, y hasta la izquierda marcha hacia la plaza junto a la SRA. Entonces aparece el slogan “El campo somos todos” una demanda particular busca universalizarse a fin de hegemonizar el significante vacío. Por el lado del gobierno aparece el discurso de la lucha popular, el campo es “golpista”, es el enemigo, son los “piquetes de la abundancia” ergo, “Argentina somos todos” todos, menos ellos, claro, la identidad que es excluida, el antagonismo que constituye nuestra identidad. Dos discursos que buscan apropiarse del significante vacío.

Para Laclau, la razón populista es la lógica de constitución de lo social que da cierta universalidad a través de las luchas particulares, toda exclusión radical implica un antagonismo. Para el autor, el pueblo es la identidad de mayor universalidad posible, identificando los poderosos como aquellos que le oprimen: ”En el caso del populismo ocurre lo opuesto: una frontera de exclusión divide a la sociedad en dos campos. El “pueblo” en este caso, es algo menos que la totalidad de los miembros de la comunidad: es un componente parcial que aspira, sin embargo, a ser concebido como la única totalidad legítima”.

Esta identidad es la más expansiva con la que cuentan nuestras sociedades, y más si la identidad política se encuentra asociada con un nombre, por ejemplo el de Perón. Nuevamente, ¿Qué es el peronismo? ¿Es la izquierda o la derecha? ¿Los expulsados de la Plaza, el sindicalismo o Isabel? ¿Es el menemismo, el kirchnerismo o el peronismo “disidente”?. Nuevamente encontramos la puja por apropiarse del significante vacío, quien logre hegemonizar el discurso, se hará con el poder. Laclau mismo asimila su lógica equivalencial con el valor de la igualdad reconocido por Lefort como marca de la democracia. Sin embargo, Laclau considera que Lefort se concentra en los regímenes democráticos liberales y no presta atención a la construcción de los sujetos democráticos populares, para Laclau la “vacuidad” es un tipo de identidad y el lugar de poder no puede encontrase totalmente vacío, pues “Entre la encarnación total y la vacuidad total existe una gradación de situaciones que involucran encarnaciones parciales. Y estas son precisamente las formas que toman las prácticas hegemónicas” .

Entonces mientras para Lefort, el lugar de poder está vacío, Laclau propone transferir el análisis de esta noción desde el lugar de poder hacia los sujetos que ocupan ese lugar. Para Laclau entonces, no hay democracia sin populismo, y el lugar de poder es ocupado por el discurso hegemónico que se apropie del significante vacío: “…la construcción del pueblo es la condición sine qua non del funcionamiento democrático. Sin la producción de vacuidad no hay pueblo, no hay populismo, pero tampoco hay democracia.”

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