domingo, 30 de octubre de 2011

La Madre de todas las preguntas.

Desde tiempos inmemoriales, una delgada línea ha separado la venganza de la justicia.
Desde el bíblico, “ojo por ojo” que algunas sociedades de base religiosa siguen implementando como ley civil, hasta el moderno aparato de justicia que las sociedades occidentales han construido formalmente, transcurrieron muchos siglos, mucha sangre, mucha filosofía y mucha muerte. Y digo, el “moderno aparato de justicia que la democracia liberal ha logrado implementar formalmente”, pues informalmente el “ojo por ojo “se esconde a veces de la vista de las multitudes disfrazado por mecanismos y justificaciones que toman la forma de un aparente sentido de justicia, generalmente patente cuando se trata del “otro” del “diferente”, del que está “fuera”.    Habría que ver, por ejemplo, sí los bombardeos indiscriminados a poblaciones indefensas como respuesta a los ataques terroristas ocurridos en el corazón de occidente, o las ejecuciones “legales” de negros e hispanos en algunos estados de Norteamérica, no esconden en el fondo este procedimiento velado.

El hombre se rebela a la injusticia en todo tiempo y lugar, porque la idea de la misma, trasciende los desarrollos históricos y las construcciones culturales: La justicia es un sentimiento innato, grabado a fuego en la conciencia de los hombres. Si estos la siguen buscando incesablemente, "a pesar de y en contra de" persecuciones, guerras y muerte, es a mí entender, porque encierra un sentido trascendente e inmutable:  “¿No podría ser vista la historia de la humanidad, como una normalización progresiva de la injusticia, acarreando el innombrable y anónimo sufrimiento de millones de personas?” (cita de Slavoj Zizek)

La justicia tiene que ver con enfrentarse al “mal” sea lo que se entienda por ello, pero enfrentar el mal con el mal, (a no ser que exista alguna ecuación de índole matemática en que: mal x mal sea igual a bien) parece una contradicción.  

Entonces: ¿Cuánto mal se puede hacer para hacer el bien?

Esta es, parafraseando a un dictador caído en desgracia, la “Madre de todas las Preguntas” en cuanto a la ética de liberación se refiere.
Este video es un pequeño extracto de una película de cómics, que refleja el dilema que tratamos. La misma  relata la historia de un “antihéroe” llamado Kick Ass. Aquí se refleja el dilema etico de resisitir el mal o combatirlo con sus propias armas.

 


Resistir pacíficamente es también una forma de combatir, pero ¿pueden existir contextos en que las opciones solo puedan ser violentas?
“Kick Ass” es un joven que decide enfrentar al mal, ridículamente vestido y sin ningún tipo de poderes sobrehumanos, por lo que, como corresponde a un antihéroe sale mal parado de todos los enfrentamientos y contiendas, hasta que un automóvil lo arrolla dejándole medio muerto. En el hospital, prácticamente lo reconstruyen: unen sus huesos con placas de metal, y el antihéroe se recupera, solo que ahora tiene un nuevo “superpoder”: Su cuerpo es extremadamente duro e insensible al dolor, por lo que puede resistir prolongadas golpizas de los malos sin ningún problema. Esta es ahora su arma contra la maldad: La resistencia pacífica, recibiendo los golpes que nunca terminan por hacerlo rendir. Una y otra vez se levanta, se reincorpora, gana por cansancio: He aquí, la resistencia pacífica de los pueblos contra algunas tiranías. Ejemplos recientes tenemos en la historia de regímenes que cayeron por la resistencia pacífica de sus pueblos: La India con Gandhi y su revolución pacífica y recientemente el derrocamiento del egipcio Osni Mubarak. Esto claro, si el pueblo tiene la resistencia del superhéroe, y puede asimilar los golpes y la sangre, mantiendo su sentido de justicia sin que derive en la sed de venganza.

El giro extraordinario en el sentido ético y estético que da el film, es cuando aparece en escena la mini heroína Hit Girl. Nuestro superhéroe, que busca defender el honor de una dama, (lo cual muestra que sus motivos justicieros son también humanos e interesados) se encuentra atrapado en el departamento de una peligrosa banda de narcotraficantes, en medio de una masacre, pasándola mal, hasta que aparece una dulce niña de 11 años, que, enfundada en su disfraz de heroína y con una violencia inusitada, mata a todos los malos con un despliegue de saña y sadismo que eriza la piel.    La visión de una dulce niña, que en su cotidianidad juega con muñecas, viste de colegiala y que movida por venganza (alimentada por su padre tras un drama familiar) despliega tal disfrute sádico en su acción vengadora es, créanme, más allá de lo cinematográfico, bastante fuerte para ver.

He aquí la historia de pueblos y revoluciones que, movidos por un deseo irrefrenable de justicia, terminaron desatando su sed de venganza, arrastrado por sus elementos más violentos. Y es también la máxima bíblica que dice que “la violencia engendra violencia” y que quien “siembra vientos cosechará tempestades”. El problema es que este es un camino de doble vía: si va del tirano hacia el pueblo, ¿Por qué no puede ir del pueblo al tirano? Es decir, si la violencia engendra violencia, ¿Por qué la resistencia ha de ser pacífica?  La respuesta es quizas, que no podemos convertirnos en lo que repudiamos.

Finalmente, ambos superhéroes se unen para enfrentar al mal, armados hasta los dientes. Quien quiera combatir el mal, debe lidiar con el mal que hay en su propia naturaleza, para evitar ser arrastrado y reproducir este circulo de la violencia. Este dilema está presente en la mayoría de las historias míticas y de superhéroes, las que representan en alguna medida, las sinuosidades de la naturaleza humana y por ende, de sus sociedades.
Nuevamente:  ¿Cuánto mal se puede hacer para hacer el bien?

La madre de todas las preguntas, ¿Cuántas hijas tendrá por respuesta?



viernes, 14 de octubre de 2011

Mouseland: Extraordinaria Fábula Política.


Tommy Douglas, (1904 -1986) elegido en 2004 "El Canadiense mas importante en la historia de su País" fue el creador de esta extraordinaria y sencilla fábula política. Douglas fue un Pastor Bautista escocés devenido en político, renunció a su pastorado porque su cúpula eclesiástica no le permitía incursionar en política, en tiempos de alta conflictividad social. Lanzó su campaña para gobernador de su región en medio de persecuciones de todo tipo. Su obsesión: Crear un sistema de Salud gratuito y Universal. De hecho, se le reconoce como el padre de dicho sistema. Un visionario, recibió en su primer período como gobernador un provincia totalmente endeudada y no solo revirtió la situación sino que acumulo recursos para su soñado plan de salud, programa que  defendió hasta su muerte.

Entre sus logros encontramos:

La creación del Saskatchewan público. Sucesor de la Comisión de corriente eléctrica de Saskatchewan, que comenzó un programa largo para ampliar el servicio eléctrico a las granjas y a las aldeas aisladas.


La creación en Canadá del primer seguro público para automóvil, la oficina de seguro del gobierno de Saskatchewan.

La creación de una gran cantidad de corporaciones de ayuda, muchas de las cuales compitieron con el sector privado.

Legislación que permitió la sindicalización del servicio público.

Un programa para ofrecer cuidado hospitalarios gratuitos a todos los ciudadanos -el primero en Canadá.

Legislación de Saskatchewan que rompió la nueva tierra mientras que protegió las libertades fundamentales y los derechos a la igualdad contra el abuso, no sólo por los agentes del gobierno sino también por parte de las instituciones y de las personas privadas de gran alcance (la cuenta de Saskatchewan de los derechos precedió a la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos por las Naciones Unidas durante 18 meses).

Fue reelegido sucesivamente durante 5 períodos.

sábado, 9 de julio de 2011

Discurso de Rufino Tereso: Sobre política, comunicación y debates.

Discurso de Rufino Tereso, (Alberto Olmedo)



Nada despreciable, esta verdadera joyita de comunicación política remite a la genialidad de uno de nuestros iconos populares, el inigualable cómico Alberto Olmedo, quien haciendo gala de sus dotes actorales, grafica claramente lo que debe ser un discurso de campaña, desde la impostura física, el tono de voz, los gestos y el poder de convencimiento, que son propios más de actores, pastores, y comunicadores sociales, que de nuestros políticos vernáculos actuales.

El discurso se desliza, no es importante, el discurso no es nada, queda reducido a cero, solo una serie de frases confusas e ilógicas, presentadas con tal convencimiento y plasticidad que sirven de antesala para introducir un remate político formidable: “Por el bien de la Provincia” que arranca los aplausos de la multitud convencida por semejante despliegue escénico.

Algunos argumentarán que, esto podía suceder en aquellos tiempos del 1900, en la relación desigual de un pueblo inculto y sus líderes ilustrados (estereotipado en la célebre frase de “viva el doctor”) pero no en esta actualidad de medios masivos e hiperinformación cibernética.

Sin embargo, siguen existiendo  procesos sicológicos y estéticos velados que inciden en la elección de un candidato determinado y que se imponen a una elección más racional. Un gran número de gente sigue votando por las cuestiones más diversas e insólitas, anteponiendo prejuicios y tips varios, por sobre un análisis racional de las propuestas.

La mayoría de quienes ejercieron el poder desde el 83 en nuestro País fueron buenos oradores: El vibrante Raúl Alfonsín, el farandulero Carlos Menem, el motivador y confrontativo Néstor Kirchner, y la Presidenta Cristina Kirchner, que en cuestión de oratoria y comunicación no tiene nada que envidiarle a nadie. La excepción a la regla fue Fernando de la Rua, que ni siquiera terminó su mandato.  La importancia que un líder político sepa, es fundamental, pero que sepa comunicar lo que sabe, lo es más. Y si puede motivar, estamos en presencia del combo completo.

Hoy, es verdad, las redes sociales y el marketing electoral ayudan notablemente a ocultar esta falencia.   Discursos estudiados de memoria, ayuda de tecnologías diversas, la profesionalización del marketing político, la vacuidad de ideas y los estudios de mercado electoral a fin de lograr segmentar en el análisis al electorado para vender un candidato político como si se tratara de un nuevo paquete de jabón espuma.

Esta falencia de actitud política es vital para entender porque los cierres de campañas actuales se hacen en un pelotero, en conferencias virtuales simultáneas, o a bordo de una caravana automovilística. Un cierre de acto tradicional, con un discurso motivador, de casi todos los candidatos a Jefe de Gobierno, sería a todas luces un pasaporte sellado hacia el tren fantasma del aburrimiento.

Ya que tenemos en claro la falta casi colectiva de carisma para los actos masivos, analicemos la función de los últimos debates. Es muy claro que, a los debates se va a ganar, no basado en propuestas, sino en estrategias con poco porcentaje de lo político y mucho de lo sicológico.

Derribemos el mito de que la gente ve un debate para escuchar las propuestas. Derribemos el mito de que a un debate se va enfrentar al otro con ideas para convencer a un electorado que, en su gran mayoría solo busca reafirmar sus ideas preconcebidas. Estudios en este sentido demuestran que, gran parte de quienes consumen información política, lo hacen ya con un sesgo determinado, y solo para buscar argumentos con los cuales seguir defendiendo su decisión electoral tomada de antemano. Otro porcentaje, posiblemente sea del nicho que se denomina “indecisos” y supuestamente a estos apunta la función.

A un debate no se va a pensar, se va a ganar. Ya lo expresó magistralmente el filósofo Arthur Schopenhauer en su pequeña obra (publicada pos mortem) “Erística” o “El arte de tener razón”.     “Tener razón” como señaló, el filósofo es todo un arte. El punto central de esta cuestión es que, aquí no importa la búsqueda de la verdad, (tal como en el discurso del video de Rufino Tereso) lo que importa es que uno mismo, y el observador, tengan la fuerte percepción sicológica de la victoria, de haber destruido al otro, de haberlo puesto en aprietos, aún con todo tipo de estratagemas y argumentos falaces o no. Argumentos triviales e insignificantes, que pueden tomar dimensiones casi épicas. No es una cuestión de razón, sino de percepción: quien la gente percibe ganador, es quien gana, y esto puede depender de un sinnúmero de cuestiones irrelevantes para la cuestión estrictamente política.

Desde el tipo de vestimenta, los enojos y sonrisas, levantar la voz en el momento justo, ignorar al adversario o hacerlo salir de sus cabales, gestos grandilocuentes, una voz firme y segura, el color de la corbata o la ausencia de ella, color de traje, apariencia saludable o no, son todas cuestiones aparentemente insignificantes pero que impactan en el electorado más de lo que se piensa.

Richard Nixon en su famoso debate con Kennedy, fue perjudicado por su aspecto desmejorado, y la mala elección de su ropa que contrastaba con el aspecto joven a impecable de su contrincante. Pero sobre todo, aunque parezca increíble, fue perjudicado por el disgusto que causaba verlo secarse la transpiración con un pañuelo. Un candidato local, tardó meses en sacarse su bigote, ya que según dicen, el electorado no soporta los cambios bruscos.

Para resumir, hay muchas cuestiones estéticas y extra políticas que influyen en el voto más que las cuestiones estrictamente políticas, y mucho más de lo que el común de los mortales pensamos.

sábado, 2 de julio de 2011

Democracia y Poder: Una aproximación según Lefort y Laclau.

Una aproximación a los conceptos de "Democracia" y "Poder"
en Lefort y Laclau.
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La primera definición categórica que encontramos en la teorización de Lefort, es la idea de que la democracia no es en sí un régimen político, sino una forma de sociedad caracterizada por la incertidumbre respecto del espacio de poder, y la novedad de ella con respecto a los regímenes monárquicos y totalitarios, es que “el espacio de poder está vacío”.

Este espacio de poder se encarna en la lucha ideológica, pero siempre precaria, en un cuerpo que se reconstituye continuamente. Es decir, para Lefort, hay una “precariedad” de toda “ley, de todo poder y de todo saber” en la sociedad democrática. Para él, el totalitarismo, aparece como el sueño de haber encontrado la certidumbre en cuanto a las tres cuestiones anteriormente mencionadas, es decir en dar una dirección univoca a todas las facetas de una sociedad determinada, en donde nada aparezca por fuera de este orden, en definitiva “una condensación entre la esfera del poder, la esfera de la ley y la esfera del saber” . Tanto el totalitarismo como la democracia son producto de una “transformación simbólica”, de una “mutación política” en cuanto al estatuto del poder. Para realizar este análisis, Lefort realiza una deconstrucción de la forma en que el poder se encontraba “simbólicamente pleno” en la persona del monarca.

El autor dice, que en el Ancient Régimen, el “cuerpo” social tenía en su monarca el lugar de poder, el poder estaba incorporado en la persona del príncipe en tanto mediador de los hombres y los dioses. En este sentido, el poder incorporado en el monarca, daba “cuerpo” a la sociedad. Lefort dirá que “a la vista de este modelo, se perfila el rasgo revolucionario y sin precedente de la democracia. El lugar de poder se transforma en un lugar vacío” . En la democracia en tanto forma de sociedad en donde predomina la incertidumbre, más allá del dispositivo institucional, el hecho es que les está vedado a los gobernantes apropiarse del poder, sino que estos se encuentran sujetos a una revisión periódica y siempre en competencia.

Ernesto Laclau por su parte sentencia que: “un significante vacío es en el sentido estricto del término un significante sin significado”. Según Laclau, la vaguedad e indeterminación se encuentran inscriptas irremediablemente en una sociedad como la nuestra, y en esto podemos encontrar alguna semejanza con la concepción lefortiana. Existen identidades diferenciales, dice el autor, que a través de un discurso (terreno primario de la objetividad como tal) se constituyen en un “horizonte totalizador precario” (discurso hegemónico) aunque manteniendo sus propias diferencias. En la razón Populista el busca dar cuenta de la formación de las identidades colectivas a través del concepto de “demanda”. (No postula lo social desde una agregación de individuos). La diferencia particular se constituye a través de las demandas particulares en una cadena de equivalencias que logran articular un discurso hegemónico que constituya una totalidad, que para ser tal debe de marcar sus límites y excluir una identidad antagonista (exterior constitutivo). En términos políticos, “nada mejor que un enemigo para lograr la cohesión de los propios”. En términos maquiavélicos diríamos que “el pueblo no puede constituirse como tal porque los grandes se lo impiden, y los grandes no pueden constituirse como tal, por la misma razón en referencia al pueblo”. Entonces dirá Laclau que una demanda particular podrá asumir una representación más amplia, lo que articulada en el discurso puede constituirse en hegemonía: “…existe la posibilidad de que una diferencia, sin dejar de ser particular, asuma la representación de una totalidad inconmensurable. De esta manera su cuerpo esta dividido entre la particularidad que aquella aún es, y la significación universal de la que es portadora. Esta operación por la que una particularidad asume una significación universal inconmensurable consigo misma es lo que denominamos hegemonía”. .

Podríamos intuir aquí el objeto del deseo, el objeto A lacaniano, en donde la angustia se satisface por la satisfacción de un deseo parcial que asume en el momento la ilusión de la totalidad. Es así, como una identidad social angustiada por la incertidumbre propia de estas sociedades modernas, encuentra en una demanda particular la satisfacción de su deseo de certidumbre, deseo que es realmente inalcanzable. Laclau dirá que las demandas democráticas que permanecen aisladas, si son insatisfechas e incapaces de absorberse por el sistema institucional, se unirán a otras demandas en una cadena equivalencial de demandas populares “en un sistema estable de significación” . Para poner un ejemplo, diremos en el caso del tratamiento de la ley de retenciones móviles o 125: El gobierno impele la ley, el campo se opone, cuando hablamos de campo hablamos de identidades diversas: La SRA, la Federación Agraria, etc. se unen en un reclamo particular. El discurso opositor comienza a generar la adhesión de parte de la clase media, los cacerolazos, y hasta la izquierda marcha hacia la plaza junto a la SRA. Entonces aparece el slogan “El campo somos todos” una demanda particular busca universalizarse a fin de hegemonizar el significante vacío. Por el lado del gobierno aparece el discurso de la lucha popular, el campo es “golpista”, es el enemigo, son los “piquetes de la abundancia” ergo, “Argentina somos todos” todos, menos ellos, claro, la identidad que es excluida, el antagonismo que constituye nuestra identidad. Dos discursos que buscan apropiarse del significante vacío.

Para Laclau, la razón populista es la lógica de constitución de lo social que da cierta universalidad a través de las luchas particulares, toda exclusión radical implica un antagonismo. Para el autor, el pueblo es la identidad de mayor universalidad posible, identificando los poderosos como aquellos que le oprimen: ”En el caso del populismo ocurre lo opuesto: una frontera de exclusión divide a la sociedad en dos campos. El “pueblo” en este caso, es algo menos que la totalidad de los miembros de la comunidad: es un componente parcial que aspira, sin embargo, a ser concebido como la única totalidad legítima”.

Esta identidad es la más expansiva con la que cuentan nuestras sociedades, y más si la identidad política se encuentra asociada con un nombre, por ejemplo el de Perón. Nuevamente, ¿Qué es el peronismo? ¿Es la izquierda o la derecha? ¿Los expulsados de la Plaza, el sindicalismo o Isabel? ¿Es el menemismo, el kirchnerismo o el peronismo “disidente”?. Nuevamente encontramos la puja por apropiarse del significante vacío, quien logre hegemonizar el discurso, se hará con el poder. Laclau mismo asimila su lógica equivalencial con el valor de la igualdad reconocido por Lefort como marca de la democracia. Sin embargo, Laclau considera que Lefort se concentra en los regímenes democráticos liberales y no presta atención a la construcción de los sujetos democráticos populares, para Laclau la “vacuidad” es un tipo de identidad y el lugar de poder no puede encontrase totalmente vacío, pues “Entre la encarnación total y la vacuidad total existe una gradación de situaciones que involucran encarnaciones parciales. Y estas son precisamente las formas que toman las prácticas hegemónicas” .

Entonces mientras para Lefort, el lugar de poder está vacío, Laclau propone transferir el análisis de esta noción desde el lugar de poder hacia los sujetos que ocupan ese lugar. Para Laclau entonces, no hay democracia sin populismo, y el lugar de poder es ocupado por el discurso hegemónico que se apropie del significante vacío: “…la construcción del pueblo es la condición sine qua non del funcionamiento democrático. Sin la producción de vacuidad no hay pueblo, no hay populismo, pero tampoco hay democracia.”

martes, 28 de junio de 2011

Los Hombres Tambien Lloran


Pausadamente, y con el tímido respeto que da el desconocimiento de los fenómenos que sorprenden de imprevisto, el periodista de CNN expresó: “No puedo creer lo que veo, esos hombres grandes llorando”…

Sí, los hombres también lloran.

Para que perder el tiempo explicándole a este hombre, lo inexplicable, para que perder el tiempo explicando, lo que es la pasión: “El corazón tiene razones, que la razón no comprende” decía Blas Pascal, y estaba en lo cierto. La pasión es un hecho consumado. El llanto de los hombres, también.

Sospecho que, a pesar de esta breve introducción, aún nos quedamos cortos. Porque ese llanto que inundó las calles de la ciudad, y que fue expuesto como un cristal abierto por las impiadosas crónicas televisivas, no es un llanto cualquiera: es el desgarro del corazón de aquellos que, ya sea por haber crecido rodeado de la mística futbolera, o por haber mamado la cultura de los barrios, percibieron en el descenso de su club, una de las mayores tragedias de su vida. Muchos acudieron a las lágrimas. Otros, pocos como ocurre siempre gracias a Dios, irracionalmente irracionales, intuyendo la perdida de prebendas extradeportivas, desataron su furia violenta a mansalva.

Debo confesar que la situación vivida ayer, como futbolero, me produce una inexplicable angustia. Angustia por mis amigos, por los hinchas cabales, por los que tiene códigos.

Pero esta tristeza, bien vale decirlo, es la consumación de un acto de justicia.

Porque lo que hay que separar aquí, es el sentimiento del evento.

Cuando la tristeza es por un acto de justicia, créanme, hay posibilidad de redimirse, si se elige el camino de la autocrítica y el trabajo.

El evento es dramáticamente justo. Es el epílogo de la caída libre de una institución diezmada por la inoperancia y corrupción de algunos, acompañados por el silencio y la apatía de muchos de los que hoy lloran.

El evento es la coronación de un equipo mejor, humilde y sacrificado, Belgrano de Córdoba, que, increíblemente, por esas cuestiones retorcidas del destino, aparece como convidado de piedra de los medios, siendo ciertamente, el actor principal de esta fiesta/drama futbolero.

El evento, es justo, el sentimiento justificadamente dramático.

A lo largo de la historia, los poderosos han evadido el dolor cargándolo sobre los débiles. “Que sufran los débiles y los pobres. Y para evitar nuestro sufrimiento, dicen los grandes, echemos mano de la impunidad y la injusticia”.

Y es así como en el futbol aparecen los constantes cambios en las reglas de juego, a fin de beneficiar a los grandes y perjudicar a los chicos. Sanciones desiguales, suspensiones tendenciosas, cosas de las que todos sabemos y los beneficiados callan.

Claro, el descenso es para los “chicos”. Como si la tristeza de los “chicos” no fuera infinita.

Lo novedoso es que, de un tiempo a esta parte, en todos los ordenes, los débiles se plantan y dicen: “Acá estoy yo.” Y así aparecieron los jóvenes egipcios deponiendo un tirano de varias décadas, los indignados en España, movimientos de resistencias varios que dicen “Basta” “Basta de sufrir nosotros, basta de injusticia”.

Porque de lo que aquí se trata, no es de una sed de revancha, sino de una sed de justicia: que cada uno se haga cargo de sus propias decisiones, y asuma la responsabilidad por sus acciones, sin que ningún poder coactivo pueda torcer el brazo de las consecuencias del mal obrar.

Y si es justo que un grande descienda, aunque esto signifique la tristeza de medio país, pues amerita que así sea.

Porque de la tristeza se vuelve, de donde nunca se vuelve, es de la marca inmoral de la impunidad.

Hoy, el sentimiento es dramático, el dolor, infinito.

Hoy el evento es justo, inobjetable.

Ahora veremos, si los hombres que lloran, son capaces de reinventar nuevos eventos, para que cuando llegue la hora de la alegría, también se diga que llega con justicia.






martes, 21 de junio de 2011

El extraño caso del Señor Valdemar y los medios.

   



Alrededor de 1845 El imaginativo y Bohemio escritor Edgar Alan Poe, escribió un cuento aterrador: “La verdad sobre caso del Señor Valdemar.

Para quienes no lo conocen, el mismo trata acerca de un médico deseoso de experimentar nuevas alternativas sanadoras, y que es llamado urgentemente por su amigo Valdemar, quien afectado gravemente por una tuberculosis que lo lleva al borde de la muerte, pide exponerse a la realización de un novedoso experimento científico: detener la enfermedad y el dolor por medio de la hipnosis, a fin de dilatar su muerte por un tiempo.

El médico, llega al lecho del moribundo, y efectúa la hipnosis. Valdemar entra en un sueño profundo, deja de experimentar dolor, y solo puede responderle al médico que diariamente viene a observar la evolución del paciente: ¿Tiene dolor, amigo Valdemar? “No” responde el paciente.

Todo iba a bien hasta que un día, la voz del hipnotizado cambia y responde ante la misma pregunta: “¿Tiene dolor, amigo Valdemar?” “No, Estoy muerto”. El médico dice, “No Valdemar, está usted dormido” “No, responde Valdemar, estoy muerto” insiste asombrosamente.

Luego de un tiempo, el médico llama a toda la comunidad científica para despertar del trance al moribundo, y demostrar que la hipnosis podía calmar el dolor y prolongar la vida. “Voy a despertarlo, señor Valdemar”. El replica gritando: “No, ESTOY MUERTO”. Cuando el medico cuenta hasta tres, el señor Valdemar se consume antes los ojos de los presentes, volviéndose huesos y pellejo, en un cuadro de horror indescriptible. Y si, el tipo estaba muerto.

La proximidad de las elecciones, y la actuación de algunos equipos de futbol me han hecho reflexionar al respecto del “síndrome del señor Valdemar”.

Baste como ejemplo futbolero, aquel promocionado y marketinero Huracán de Cappa, (bola de humo, diría mi tío Marcelo, que en paz descanse) que los medios instalaron como paradigma del buen juego, y que una semana después de finalizar el campeonato se disolvió en medio de acusaciones a la dirigencia, renuncia del técnico, y jugadores vendidos a precios irrisorios. “Estoy muerto” diría Valdemar, aunque los medios digan que solo está dormido.

La cuestión es que en el 2001, muchos gritaban, “que se vayan todos” y hoy están todos de vuelta, los mismos de siempre vivitos y coleando, o al menos eso creen. La permanencia y relevancia de muchos de ellos, se debe a un ya no novedoso experimento de los medios para demostrar su poder hipnótico sobre las masas: Hacernos creer que los muertos viven. Para dicho fin, no ahorran en operaciones mediáticas, la entrega de información sesgada, el tono y la configuración de las preguntas, la posición de las fotos y las imágenes, hipérboles lingüísticas y armas varias de impacto mediático de reconocida eficacia utilizadas por los maestros de las artes del engaño.

Hoy, aquellos políticos del que se vayan todos, volvieron y están prontos a extender su agonía, (y la nuestra), en un experimento hipnótico que involucra a los medios de comunicación como protagonistas principales. La sociedad dice: “Están muertos”: El Doctor medio responde, “No, están dormidos”.

Mi esperanza es que, así como las artes mágicas de antaño, devinieron en visiones más racionales del mundo, el pensamiento crítico de una sociedad que recuperó política y su debate como un valor fundamental en la construcción de un país mejor pueda sortear las trampas hipnóticas de estos doctores modernos de los muchos valdemares que nos pululan.

No sea cosa que, al contar hasta tres y despertar del trance, algunos equipos estén en la B, y algunos políticos se vuelvan a  casa con las urnas vacías.


viernes, 3 de junio de 2011

"El Pelotón de los Pusilánimes"

El Pelotón de los Pusilánimes.



Desde que Ricardo Alfonsín salto a la escena más por un golpe del destino que por mérito propio, se fagocitó las candidaturas de Ernesto Sanz y Julio Cleto Cobos.

Lo de: “hola, soy Ernesto”, le cuento a los distraídos, se debió más que a un lanzamiento serio de campaña, a una puja intrapartidaria a fin de “marcarle la cancha” al diputado Alfonsín en vista al reparto de cargos y espacios de poder ante un eventual triunfo del diputado en su carrera presidencial.

Con Julio Cobos no hizo falta mucho trabajo: Los errores cometidos luego de que saltara a la fama con su famoso voto “no positivo” llevaron a Cleto a tener menos imagen que un vampiro en frente del espejo.

Quienes estudian los entreveros del lenguaje, habrán avizorado en esa extraña fórmula lingüística de “no positivo” algún rasgo de la personalidad del vice. En efecto, el “no positivo” es un no jugarse, un no lugar. Es la imposibilidad de hacerse cargo de una decisión.  Si la idea del vicepresidente en ejercicio al quedarse, era “defender la institucionalidad” o “hacer valer el voto de la gente que voto al vice” (¿?) en un contexto de republicanismo ascético por el cual Cleto pagaría el alto precio de desaparecer de la escena electoral nacional, le salió muy bien. Los dos argumentos precedentemente citados son cuestionables, (personalmente no los creo) pero son, argumentos al fin. Si la idea era construir una candidatura presidencial desde una función ejecutiva como figura antitética al “autoritarismo kirchnerista” en una función que, por características funcionales e históricas no admite la antítesis, le salió muy mal. Yo apuesto a esta segunda opción. Cobos pensó construir su candidatura erigiéndose como el seguro moral de un ejecutivo “autoritario”, sin tener en cuenta la volubilidad de la opinión pública, que te ama con la misma facilidad con que te odia. Quienes exaltaron la defensa de los intereses conservadores en aquella madrugada de sesión televisada con un histórico pico de rating, son los mismos que a medida que pasa el tiempo tejieron las teorías conspirativas que desgastaron su imagen hasta límites insospechados: “Por algo se quedara” “Son todos iguales, están atornillados al sillón” “Usa los recursos de la vicepresidencia para hacer campaña contra la Presidenta”. Y con más tiempo para pensar, ¿quién puede querer a un vicepresidente que traiciona a su mismísima presidenta?    Lo cierto es que, Julio Cobos contempló las variables políticas, institucionales y partidarias, y pasó por alto las sicológicas que moldean la percepción ciudadana e impactan en la opinión pública, legitimando finalmente un candidato en las urnas. Como sea, un aumento notable en la imagen de Cristina, es el certificado de defunción final en las aspiraciones de Cleto.

Como analista de opinión pública, opino que, de haber renunciado inmediatamente luego de su voto “no positivo” por la 125, el vice habría aglutinado y encabezado una nutrida oposición. Le falto decisión y voluntad política para ejecutar una medida dramática, que en el contexto polarizado de aquellos días, le hubiera catapultado sin duda alguna, al papel de líder indiscutido de la oposición. Si hubiera alcanzado para llegar o no, no lo sabemos, pero seguramente habría tenido un papel preponderante en la puja electoral de estos días. Si Cobos pensó en la institucionalidad, o en su beneficio electoral personal, es algo que queda reservado a su ámbito privado.

Lo seguro es que, mientras Ricardo Alfonsín mostró en todo momento, con aciertos y errores, decisión política para buscar ser presidente de la nación, Julio Cobos, Mauricio Macri , y el senador Carlos Reutemann, siguen subidos al pelotón de los pusilánimes.